sábado, 28 de junio de 2008

La condesa sangrienta

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El verdadero terror humano no es la muerte:
Es el antiguo caos por el que fluye la nada.


Valentine Penrose

miércoles, 25 de junio de 2008

Zama


Alguien me dijo:
-¿Quieres vivir?
Alguien me preguntaba si deseaba vivir.
Era, entonces, que mi sangre no se fue toda. Era, también, que había llegado el indio.
Podía, pues, no morir. No morir aún.
Me desgarró la ropa.
Después sentí la prisión del torniquete en los brazos y supe que mis manos sin dedos ya no manarían sangre.
Tal vez dormité, tal vez no.
Volvía de la nada.
Quise reconstruir el mundo.
Despegué los párpados tan pausadamente como si elaborara el alba.
Él me contemplaba.
No era indio. Era el niño rubio. Sucio, estragadas las ropas, todavía no mayor de doce años.
Comprendí que era yo, el de antes, que no había nacido de nuevo, cuando pude hablar con mi propia voz, recuperada, y le dije a través de una sonrisa de padre:
-No has crecido...
A su vez, con irreductible tristeza, él me dijo:
-Tú tampoco.


Antonio Di Benedetto

Imagen: Nacho López Del Corro



viernes, 20 de junio de 2008

El Pabellón de Oro


La belleza -¿cómo decirlo?- sí... es como una muela cariada, que nos roza la lengua, nos la agarra, nos hace daño, que yergue su existencia como un alfiler. Finalmente, no podemos ya más con el dolor y el dentista nos la arranca. Entonces, al contemplar en el hueco de nuestra mano aquella pequeña cosa marrón, sucia, sanguinolienta, uno se dice más o menos: "¿Es esto? ¿Es esto lo que me hacía tanto daño, lo que no cesaba de recordarme su existencia de un modo tan desagradable, lo que me clavaba raíces tan tenaces? ¡No es más que materia muerta! Pero, esta cosa y la de un instante, ¿son realmente una misma cosa? Si ésta, al principio, formaba parte de mi envoltura exterior, ¿cómo, por qué conexión, ligándose a mi yo interno, pudo convertirse para mí en una fuente de dolor? ¿sobre qué base reposaba? Y esta base, ¿existía en mí? ¿O bien existía en este objeto? Sea lo que fuere, lo que me han arrancado de las encías y lo que yace en el hueco de mi mano son dos cosas totalmente diferentes. De una manera positiva, ESTO ya no es AQUELLO"


Yukio Mishima

jueves, 12 de junio de 2008

Marechal, o la guerra


Universalizar las esencias nacionales -decía Marechal-, es decir, realizar el salto ontológico que permita vernos como un todo, en coherencia, en la suma de una idiosincrasia propia, total, que se eleve sobre nuestras cabezas y nos permita una identificación como pueblo; un ideal que persigamos todos, en unión. Y fue también “su tiempo” el que le permitió ver la descarnadura de ese ideal; el suave apelativo de aquel viejo Adán se transformaría luego en grito, en rebelión, en la voz de Megafón.
Leopoldo Marechal, clama, en su novela póstuma, por aquellos sentimientos primordiales que ve anquilosarse y desaparecer –la patria, la religión, la lucha del hombre por el hombre- y somete a juicio su propio ideal. Su testamento literario es una interpelación no sólo al pueblo al cual ve acomodarse a los discursos del poder, enajenando su propia libertad, sino que es también una última rectificación de su ideal pretendidamente desgastado, por el que quisieron someterlo al olvido.
La escritura se puebla de los fantasmas que nos habitan y son ellos los que forjan, en ese espacio, los caminos de nuestros deseos. Escribir, para Marechal, es trazar ese camino, es fraguar la senda de sus deseos; pero es también cultivarlo para que otros tomen sus granos. Es, en definitiva, elevar la voz sobre las doctrinas que aprisionan el pensamiento, para no permitir que se acalle el grito furioso del gavilán, a quien tantas veces quisieron desplumar.

martes, 3 de junio de 2008

(casi) Dixit

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Una amiga me dijo, un tanto desconsolada:

"Hay veces en que hasta a los delfines les gusta chapotear en el barro"

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