jueves, 31 de diciembre de 2009

Recorrido Literario 2009.

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29.01.09. Nadie nada nunca, Juan José Saer. ("La noche es negra, uniforme, pero no es otra cosa que el día que sigue, la misma luz que se vuelve negra en virtud justamente de su continuidad.")

03.02.09. Bullet Park. John Cheever. ("La vida es un peligro. ¿Por qué los norteamericanos quieren ser inmortales?")

05.02.09. Literatura y otros cuentos. Martín Rejtman. ("Esa mujer no tiene cara de hija.")

19.02.09. El sueño de Ursula. María Negroni. ("Cuando la imaginamos rota acaso nuestra vida empieza a vivir.")

04.03.09. Trans-Atlántico. Witold Gombrowicz. ("No quiero aquí Literatos; lo único que hacen es chupar plata y ladrar después. Vete a Río de Janeiro, te lo aconsejo por tu bien.")

11.03.09. En la cárcel de Falconer. John Cheever. ("Dadme los acordes, los ríos profundos, la estática profundidad de la nostalgia, el amor y la muerte.")

15.03.09. Brevario de la podedumbre. E. M. Cioran. ("Cada ser es un himno destruido.")

23.03.09. El Río sin orilla, Juan José Saer. ("Los grandes propietarios de la patagonia pagaban una libra esterlina por cada oreja de indio que se les traía".)

08.04.09. La noche. Juan García Ponce. ("Pienso que es extraño que jamás descubramos el sentido de nuestros actos, y sin embargo, en una forma u otra, siempre seamos responsables de ellos.")

12.04.09. En la zona, Juan José Saer. ("Y era una idea simple: para poder contar siempre con alguien, es necesario no recurrir a él. Nunca.")

13.04.09. Concierto de Jazz. Jorge Accame. ("Yo te decía que sí, que algún día escribiría todo lo que me dijeras, pero en el fondo siempre supe que sólo podría hablar de tu mirada.")

22.04.09. El Frasquito y otros relatos. Luis Guzmán. ("Estoy partido por la mitad.")

16.05.09. La obra de teatro fuera de contexto. Scolnicov, Holland. ("El teatro palideció ante el poder de la historia.")

24.05.09. Un pintor de hoy. John Berger. ("Toda imaginación empieza por el miedo." "Todos tenemos que decidir solos. Todos tenemos que escoger algo que nos parece inconcebible."

01.06.09. El Limonero Real. Juan José Saer. ("El árbol sobrepasa mucho en altura a Wenceslao y vivirá más que él.")

15.06.09. El Niño Pez. Lucía Puenzo. ("-¿Vas a nadar conmigo? -Hasta el fondo- dijo la Guayi.")

15.06.09. La Inocencia. Felipe Polleri. ("Qué valiente es protestar contra el aborto y la eutanasia. Hubieran protestado contra la dictadura.")

17.06.09. La maldición de Jacinta Pichimahuida. Lucía Puenzo. ("Pepino no cree en las casualidades. Cree en la estructura dramática.")

07.07.09. Mitre. Federico Jeanmarie. ("-Me muero. -Es por la colitis. -Ah.")

16.07.09. Ejercicios de admiración y otros textos. E.M. Cioran. ("Todo verdadero escritor es un destructor que aumenta la existencia, que la enriquece minándola.")

24.07.09. Adios a la calle. Claudio Zeiger. ("Lo que no está presente irremediablemente pierde fuerza, pierde intensidad. Nos emociona y sacude hasta que nos damos cuenta de que es porque en cierta medida, nos obligamos a la emoción y la intesidad.")

31.07.09. Rutas Argentina. Carlos Bernatek. ("-Va a andar bien la soja- dijo Toni. -¿Bien?- repuso Garnier sin mirarlo- ¿Para quién? Mirá que a vos y a mí no nos van a dar un mango ¿eh?")

06.08.09. Drácula. Bram Stoker. ("¡Ah, los hombres y las mujeres somos como cuerdas tensas, cuando los sentimientos tiran de nosotros en distintos sentidos!")

12.08.09. Ultima poesía Argentina. ("¿Maradona es el anticristo?")

15.08.09. La recuperación de la historia. Norberto Wilner.

26.08.09. La Condición Humana. Hannah Arendt. ("La acción, hasta donde se compromete en establecer y preservar los cuerpos políticos, crea la condición para el recuerdo, esto es, para la historia.")

07.09.09. Escuadron Guillotina. Guillermo Arriaga. ("Feliciano estaba teniendo un romance con la Historia y él ni cuenta se había dado. Ahhh, la Historia...")

15.09.09. La trampa sagrada. Alejandro Jodorowsky. ("En México es muy fácil determinar a qué clase social pertenece un hombre con sólo mirar su físico. Castaneda tiene un aspecto de garzón de restaurant.")

Gran ensayo sobre Baudelaire. Felipe Polleri.

Puerca Tierra. John Berger.

14. 10. 09. Radar en la tormenta. Alfredo Veiravé. ("Cuidado con la sintaxis regular.")

22.10.09. El Estereoscopio de los solitarios. J.R. Wilcock. ("La soledad engendra dioses.")

02.11.09. Cuentos Completos. Flannery O´Connor. ("Julián podía sentir la rabia de la negra por no tener un arma como la sonrisa de su madre.")

13.11.09. Primer amor, últimos ritos. Ian McEwan. ("La dimensionalidad está en función de la conciencia- pensé.")

12.11.09. Los ensayos de Orobon. Fernando Butazzoni. ("Entre la razón y lo bestial puja el hombre a través de la palabra."

26.11.09. Los Hombres de a caballo. David Viñas. ("Mi hijo: ahí lo tienen; devórenlo.")

11.12.09. Amor a Roma. C.E. Feiling. ("¡Asno! ¿Amas a una mujer?")

20.12.09. Las Primas. Aurora Venturini. ("Una noche de reunión de familia en la que no nos permitían estar por falta de modales especialmente durante las comidas, mi hermana gritó con voz de trombón: mamá, me sangrea la cotorra.")

22.12.09. Bolivia. Gonzalo Beladrich. ("Si habilitaran un libro de quejas en los viajes me lamentaría por lo difícil que es encariñarse con los compañeros de ruta.")

25.12.09. Prisión Perpetua. Ricardo Piglia. ("No hay nada más bello y perturbador que una idea fija. Inmóvil, detenida, un eje, un polo magnético, un campo de fuerzas psíquico que atrae y devora todo lo que encuentra. ¿Ha visto alguna vez una luz imantada? Se traga todos los insectos que se le acercan, los trata como si fueran de fierro. Todos hablan de obsesiones, dice Steve, nadie las explica tal cual son. La obsesión se construye, dice mi padre, sólo se necesita un acontecimiento que nos altere drásticamente la vida. Un acontecimiento o una persona, dice mi padre, de los que no podamos discernir si nos ha cambiado la vida para bien o para mal. La estructura de uuna paradoja, dice Steve, un acontecimiento doble o vacilante en su ser. Nos marca, pero es moralmente ambiguo. La gente se mueve hacia el futuro, descentrada, sin orientación, fuera del camino en el que se movió en el pasado. Una amputación, dice mi padre, del sentido de la orientación. La obsesión nos hace perder el sentido del tiempo, uno confunde el pasado con el remordimiento.")

27.12.09. El amor argentino. Guillermo Saccomanno. ("A mí me habían matado las ganas de vivir en el 55. En el bombardeo de Plaza de Mayo.")

30.12.09. La Hierba Roja. Boris Vian. ("Mire señor Brul, mi punto de vista es simple: mientras exista un lugar en el que haya aire, sol y hierba, tenemos la obligación de lamentar no estar allí, sobre todo si somos jóvenes.")

lunes, 28 de diciembre de 2009

1983.


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Una vez que pasamos los carteles gigantes de Coca Cola que dan la bienvenida a Mar del Plata, mis viejos decidieron hacer un alto en una fonda cerca de la ruta para festejar año nuevo. Era 31 de diciembre de 1983, ya casi a medianoche, y no sé si llegamos a comer antes de que sonaran las doce. Mucho no recuerdo de esa noche. Pero en un momento descubrí cómo se podía hacer sonido con una botella de Crush. El espíritu festivo hizo estragos; me acuerdo de unos tipos parados en una mesa descolgando unas cacerolas para golpear; me acuerdo de mi papá enseñándome cómo raspar la acanaladura de la botella para que suene, imitando al hombre que había visto antes. Mucha alegría había en ese lugar, y creo que en un momento hasta pensé que eran todos amigos. Después, al grito de: “El que no salta es militar”, vi a ese tumulto levantarse en el aire al unísono, casi acompasados; o así es como elijo recordarlo. Todos los fin de año recuerdo ese festejo, más allá de que la importancia del hecho pude vislumbrarla mucho tiempo después. Y no puedo dejar de sentir nostalgia de esa alegría compartida.

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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Click II

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Suena Lou Reed de fondo. La voz da la impresión de llenar el espacio vacío de ese bar semiabandonado, repleto de escombros. Es noche, Ciudad Vieja, Montevideo, invierno, cerca del puerto, creo. Entramos levantando la reja metálica. Los vidrios están rotos, y salto entre las piedras del mostrador demolido para entrar en calor. Subimos por una escalera de albañil hasta un entrepiso, en donde se improvisó una mesita con un carril de cables. A los costados, libros apilados; en la mesa una copa con vino. Me confundo y no sé si fue esa vez que nos quedamos sentados en la puerta, esperando a que salga el colectivo de la terminal de enfrente, hablando de The Devils. Hoy veo la foto y siento que el recuerdo no me pertenece. Como si se le hubiesen ido las palabras y yo quedara extranjero, fuera de esa lógica. La foto me muestra, pero no me habla. O tal vez es que ya no entiendo su idioma.

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Influencias.

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Una chica se acerca a la profesora, feliz, la alumna, de haber terminado la escuela nocturna. La profesora la abraza, la felicita, se le llena la boca de palabras dulces. Ante la pregunta de qué vas a hacer ahora, la chica responde que profesorado de lengua y literatura. Extasiada, la profesora le dice, mientras la chica se aleja, te va a ir muy bien, querida. Cuando la alumna cruza la puerta la miro a la profesora, sonriéndole. Con una mueca bastante desagradable, me susurra: ojalá, pobrecita.

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jueves, 17 de diciembre de 2009

Barthesbols.


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Mi abuela, en su demencia senil de ochenta años, además de salir por el barrio pidiendo comida, envolvía sus botellas de agua caliente con los apuntes de Barthes de mi prima.
El grado cero de la escritura o fragmentos de un discurso amoroso recubriendo la botella de ginebra Bols. Al pie de la cama, Roland, al fin en paz.


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martes, 15 de diciembre de 2009

Nueva Literatura Argentina III

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Esta es la historia de cinco personas que se relacionan.
Un obrero, un camarógrafo, una mujer rica, un arqueólogo y un remisero.
Una vez un hombre trabajaba en la "PLaza del Ema". Cavaba, cavaba y cavaba hasta que encontró huesos, supuestamente fósiles de dinosaurio. Y la gente de la plaza llamó a los camarógrafos. El camarógrafo hablaba con el obrero y le dio el número de teléfono de un arqueólogo famoso. El obrero, que por cierto se llamaba Homero, llamó al arqueólogo. Mientras hablaban, el camarógrafo se preocupaba porque en el pasado la mujer lo estaba engañando con un remisero y él mató a la mujer y al remisero y enterró el cuerpo del remisero en la "placita del Ema". Antes de matar a la mujer el camarógrafo, llamado Eric, le pidió que le deje todas sus posesiones valiosas, mientras que llegaba el arqueólogo de su último descubrimiento en la ruinas de "Machu Pichu". Cuando llegó, el arqueólogo descubrió que no eran huesos de dinosaurio sino un cadáver que había sido asesinado de dos tiros en la cabeza. Llegó el forense y la policía y descubrieron huellas digitales. El camarógrafo se asustó y se estaba yendo y un policía le pregunta si quería filmar la escena del crímen y dijo No! no puedo ahora, otro día será. El camarógrafo se fue del país, y nadie sabe adónde. Después de un día y cinco horas descubrieron que el asesino había sido el camarógrafo. Los policíoas hallanaron y revisaron la casa y en el sótano estaba enterrada la mujer...
Después de ocho años el camarógrafo Eric volvió a su país natal, ya que lo dejaron de buscar y aparte de eso había cambiado el nombre. Se llamaba "Hernán". El obrero después de descubrir los huesos de un remisero cambió su profesión a arqueólogo y junto a "Benjamín" recorrieron el mundo, buscando aventuras que encontrar, y, por supuesto, fósiles. Después de tanto tiempo ya nadie hablaba del remisero y la dama rica, y la placita del Ema se convirtió en un famoso hotel cinco estrellas. El camarógrafo buscó empleo en el hotel y ahora está trabajando de recepcionista. El ex obrero Homero descubrió junto a Benjamín un fósil de Tiranosaurio Rex en el Brasil. El ex camarógrafo quería volver a ser camarógrafo, y antes de volver a la Argentina Hernán, o Eric, había hecho un documental y ganó mucha plata. Del país ese donde había grabado el documental lo nominaron al mejor documental del mundo. Luego le propusieron contrato por cinco años y él aceptó. Volvió a ser camarógrafo, filmaba documentales de animales y siguió su camino...

- Bueno, yo soy Hernán, antes llamado Eric. La historia que les voy a contar transcurre en Buenos Aires, en 1984. Sucede que mi esposa me traicionaba con un remisero y no tuve otra opción más que matarlos. Después de tres años encontraron los cuerpos en la placita del Ema y yo por miedo de que me encierren me escapé del país a... no lo voy a decir por miedo de que me vengan a buscar. Después de eso tuve muchas profesiones como corredor olímpico, cantante, copiloto de avión y mi profesión favorita: camarógrafo. Hice un documental sobre la discriminación por ejemplo a los gordos, los flacos, a los altos, a los bajos y a los que tienen defectos fisicos. Después de tanto tiempo, con la plata que gané por el documental volví a Buenos Aires y busqué empleo en el hotel cinco estrellas. A ese hotel lo inauguraron meses después del descubrimiento de los cuerpos. Me dieron el trabajo de recepcionista y estoy feliz y triste. Feliz porque volví a Buenos Aires y triste porque perdí al amor de mi vida. Bueno, esto quedó en el pasado y hoy estoy en el presente. Por cierto, mi esposa era re hermosa.

Sergio. ESB N° 332.
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martes, 1 de diciembre de 2009

Nueva Literatura Argentina II

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Estábamos en el colegio EEM N°24 en Ingeniero Budge el día veintiseis de noviembre, a punto de hace un exámen de Lengua. De repente el profesor se empezó a sentir mal. Se descompuso, entraba y salía del aula, iba y venía del baño. El decía que estaba embarazado, que estaba por parir. Se desmayó y llamamos a la ambulancia, estábamos muy nerviosos porque no sabíamos ni entendíamos lo que estaba pasando.
Llegó la ambulancia y se lo llevó, después de dos horas él despertó, pero no sabía en dónde estaba, no estaba ni en el establecimiento, ni en su casa ni en el hospital. Estaba en un lugar oscuro, sucio, un lugar muy raro; él quería salir de ese lugar, buscaba la salida pero no la encontraba, era un lugar completamente cerrado, muy oscuro. El se sentía bien a pesar de que tenía una panza muy grande, se puso muy nervioso y empezó a gritar y a caminar de un lado para otro.
Dos horas después se empezó a sentir mal nuevamente, empezó a transpirar mucho, le empezó a doler la panza y la panza se movía de un lado para otro como si fuera que le iba a salir algo muy grande de adentro. De repente le empezó a crecer mucho la espalda hasta que le salieron dos alas gigantes y la panza le crecía cada vez más. Todo el cuerpo se le empezó a poner de color rojo y sus ojos de color bien verde. Se empezó a asustar mucho, y a crecer. Después de un buen rato se le reventó la panza y él salió volando, cuando empezó a crecer rompió el techo del lugar, y salió volando. Se había convertido en un pájaro rojo gigante con ojos bien verdes.
Y así siguió su vida como pájaro; al principio le pareció muy extraño, pero al pasar el tiempo se acostumbró a su vida de pájaro.

Jacqueline.
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jueves, 19 de noviembre de 2009

Nueva Literatura Argentina.

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Hernán y los dos tontos hermanos.

En mardelplata hay dos tontos y uno inteligente llamado Hernán es un tipo muy especial tenía dos hermanos llamados Lucas y Leonardo eran tan tontos que en vez de usar platos usan vasos y son tan tontos que Hernán se empezó a reírse de ellos y a él le gustaba leer mucho los libros de suspenso y terror que un día (ilegible) a algo al hermano Lucas y a Leonardo se pegaron unos a otros y hasta que Lucas le tiró el libro de Hernán por la ventana y Hernán dijo son tan tontos que les pasará algo que se arrepentirán de tirar este libro tan especial para mí que toda mi vida y ellos desaparecieron, que se alegró Hernán de haber dicho eso y una vez se encontró con su hermano Leonardo era un borracho tan tonto y Hernán se puso a pensar y se reunió de nuevo con todos los (¿gomas?).

Marcelo, 1ro C.
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domingo, 8 de noviembre de 2009

Click.


Hoy, después de varios meses, veo esta foto del viaje a Chile. Ya pasada la primera sensacion que me hacía recordar el momento en todos los detalles, ahora se me apareció diferente. Imaginé una ficción apocalíptica: yo anuncio el desastre, ella se asusta y él la consuela.
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lunes, 26 de octubre de 2009

Primer paso para un microemprendimiento.

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Hace unos días, al subir al subte en la estación Los Incas, me senté al lado de un tipo con facha sportiva (zapatillas aparatosas, jogging y chomba blanca) que leía unas fotocopias con un entusiasmo feroz, arrimando todo el cuerpo a la hoja. Me puse los anteojos y pispié un epígrafe:
“Es mejor pedir perdón después de hecho, que pedir permiso antes de hacerlo”
Y pensé que así, tranquilamente, con ese primer paso para un microemprendimiento, uno puede cagarle la vida a alguien sin agregarse culpas. Haciéndose el boludo, digamos.
El título decía: Curso de gestión y marketing para programas y clubes de tenis.

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miércoles, 16 de septiembre de 2009

Un hombre bueno es difícil de encontrar.




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"Habría sido una buena mujer -dijo el Desequilibrado- si hubiera tenido a alguien cerca que le disparara cada minuto de su vida."


Flannery O´Connor.


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jueves, 3 de septiembre de 2009

Música.

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Estábamos analizando la letra de una canción y, de repente, nos encontramos hablando sobre aquellas cosas que una vez vistas se nos quedan pegadas para siempre. Algunos hablaron de la cara de los muertos, de cómo esa imagen persigue y persigue sin tregua, hasta que algún día se va. Pero siempre con la amenaza de reaparecer. El que estaba sentado cerca de la ventana, -un pibe de veintipico, barrendero, que se pasa todo el tiempo de la clase cantándome canciones de Los Redondos para que se las interprete- levantó la mano y dijo que él se vuelve loco, se desespera, se angustia, cada vez que le tocan los talones. Todos nos quedamos mirándolo, esperando que explique ese misterio. “Yo estuve en Cromañón, ¿vió?”, dijo, y a mí se me desencajó la cara. En la corrida violenta hacia la salida, él sentía cómo la gente, desde el piso, le agarraba los talones, pidiéndole ayuda. Todavía ahora, nos contó, cuando se va a dormir, siente terror de que una mano lo agarre por debajo de la sábana.
Después del silencio, se rió. Y me preguntó qué pensaba que era el "Perro dinamita".

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lunes, 24 de agosto de 2009

Iluminaciones II.

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"Usted no tiene sentido del humor. Lo queremos hacer reír y sigue con la Metáfora. ¿Tantos años estudió para no reirse?"

Y, 17 años.
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Iluminaciones.

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"Profesor, no me trate bien; que me va a hacer llorar. Tráteme mal. Por favor"

J., 14 años.
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miércoles, 12 de agosto de 2009

Parqué.

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Espero a mi tía en el primer piso de El Gato Negro, sector fumadores. No hay nadie, y me siento en una mesita, de cara a Corrientes. Va a llegar tarde, me avisa, mi tía. Y espero un poco más, total hace más de diez años que no la veo. Estoy ansioso, muy, por comenzar a hacer evaluaciones: cómo es su cara ahora, si habla como la recuerdo, si podré regenerar el vínculo. Mientras me fumo esa ansiedad de cara a Corrientes escucho un ruido extraño, muy cerca. Giro y veo a un tipo de rodillas, en el parqué, tirando hacia fuera las maderas. Está arrancando el parqué, sí, y metiendo la mano en el agujero. Se da vuelta y es Guillermo Franchella, que me quema, al mirarme, con esos ojos tan desencajados que tiene. Me hago el boludo y miro de nuevo hacia el ventanal. Lo sigo escuchando mientras arranca maderitas y mete la mano. Algo se le habrá perdido, que tan desesperado busca. Al rato se levanta y se va.
Llega mi tía, espléndida, y, a pesar de las trabas que exige la cordialidad, arremetemos en nuestras vidas. Después de un largo rato, yo soy el que mete mano en el pozo, arrancadas ya de una vez esas superficies que nos tapan, y busco imágenes trascendentes que puedan ligarnos aun más. Recordamos que nos vimos por última vez a causa de una muerte, y nos callamos un rato, buscándole al hecho una magnitud que tal vez ya no tiene. Entonces saco del fondo, iluminado, una tarde, y nos reímos. Cuando nos levantamos para irnos le muestro el agujero y le cuento lo de Franchella. Ella me dice que sí, que lo vio abajo, cuando llegaba, preguntando si alguien había encontrado, de casualidad, su celular. Me disgusta la sensación de pérdida del misterio. La realidad siempre resulta ser más trivial, económica.

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martes, 11 de agosto de 2009

El Chip.

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En el tren, domingo por la mañana, César chistea, de improviso, al señor que vende chips para celulares. Me asombro durante la transacción, tan desmedida me parece. Mientras lo guarda le pregunto si su celular está roto. Pero no, me cuenta que no sabe cuándo, pero que se va lejos. Tampoco sabe dónde. El chip es para cambiarlo apenas salga, para que nadie lo ubique. Incomunicación "casi" total, le digo, sonriendo. Pero esquiva mis preguntas, como si fuera a delatarlo. Va tras la ilusión de fuga, o de una regeneración en ausencia. Le tiro algunos lugares, pero como se muestra molesto de haber sacado el tema, me callo. Seguimos viaje, la mañana fría me hace arder los ojos. Yo me planto en algún recuerdo que no me hace bien y me sacudo, breve, mientras él mira por la ventanilla. Al llegar a Lomas lo saludo, y le deseo buen viaje.
A la semana lo cruzo, los dos pasando el molinete del subte. Todavía no sacó pasaje. Y el chip del celular no le funciona.

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jueves, 6 de agosto de 2009

La Era del Vacío.

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El deseo de expresarse sea cual fuere el mensaje, el derecho y el placer narcisista a expresarse para nada, para sí mismo. Comunicar por comunicar, expresarse sin otro objetivo que el mero expresar y ser leído por un micropúblico, el narcisismo descubre aquí como en otras partes su lógica del vacío.Un individuo libre es móvil, sin contornos asignables; su existencia está condenada a la indeterminación y a la contradicción.
Si el sujeto ha perdido su capacidad de extender activamente sus pro-tensiones y sus re-tensiones en las diversas dimensiones temporales, y de organizar su pasado y su futuro en forma de experiencia coherente, se hace muy dificil pensar que sus producciones culturales puedan ser otra cosa que montones de fragmentos y una practica de la heterogeneo y lo fragmentario al azar.

Sonría si no tiene nada que decir, sobre todo no oculte que no tiene nada que decir, o que los demas le son indiferentes. Deje transparentar espontaneamente ese vacío, esa indiferencia profunda en su sonrisa, regale a los demas ese vacío y esa indiferencia, ilumine su rostro con el grado cero de la alegría y el placer, sonría, sonría... A falta de identidad, todos poseemos una maravillosa dentadura.


Lipovetsky.

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domingo, 2 de agosto de 2009

Íntimo.

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Ayer, en una lectura de manos, me dijeron que no estaba en mi destino haber nacido (a lo que yo me pregunto, si no hubiera nacido de qué destino estamos hablando, ¿no?). Por lo que entendí las marcas en la mano izquierda indican ese destino, y las de la mano derecha lo que nosotros hacemos con esa suerte grabada. Todas las marcas en mi mano izquierda muestran imposibilidades, cerrazones triangulares, jaulas. Pero la derecha muestra los trazos como tajo, decidida a pelearle a esa líneas contrarias que se abren, se cruzan y se disuelven. La naturaleza, supuestamente, me dicen, me parió intuitivo, y el devenir me retrajo a una racionalidad de escalpelo. Hay viajes, me proyectan, y un potencial artístico que nunca voy a "explotar". Peleo, me interpretan, contra ese vacío predestinado, me agarro a las patadas con lo que no debería ser, y parece que la suerte se tuerce en ese empecinamiento.
Alguna vez mi vieja me contó lo jodido de su embarazo, cómo decidió tenerme y cómo lo único importante al nacer era saber si era "sano". Y nací, acá estoy, con las marcas de esa duda en las manos. De repente se me aparece todo bajo la oscuridad de esa marca inicial, de esas líneas en cruz que hasta parecen avergonzadas y se pierden de a poco en la ferocidad de las otras, rectas, que no dudan en asimilarlas. Sencillamente, pienso en ese gran NO inimaginable que un extraño pronuncia al mirame la mano. Masturbación mental, lo sé.
Voy a tener una vida muy larga, concluye la lectura. Y me suena casi como un capricho dirigido a no sé qué: "¡Tomá, para vos que ni siquieras creías que iba a nacer!"

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viernes, 31 de julio de 2009

SMS II

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"Un viejo de 80 años me dijo en la calle, hola mamacita yo te amo mucho."

De: Cele
Recibido: LUN 16:58
20/07/09

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SMS

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"Hola primi, espero estés bien. Tuve un sueño medio feíto con vos. Tal vez quedé sugestionada por lo tuyo de ayer. Soñé que te morías pero seguías vivo (?) y hablabas conmigo en Sáenz. Yo le decía a la gente que estabas bien pero no me creían. Besote."

De: marisa2
Recibido: JUE 12:58
30/07/09

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sábado, 18 de julio de 2009

Lecturas.

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Leo en el blog de Martín el siguiente ejercicio:
1) Agarrás el libro que tenés más cerca.
2) Lo abrís en la página 161.
3) Buscás la 5º frase (completa).
4) Citás la frase en el blog.
5) Pasás el post a otros 5 blogs.

La Frase: "B) La fuga no es mi desaparición absoluta."

El Libro: Adiós a la calle, de Claudio Zeiger.

El que quiera, tómelo.

(Qué barbaridad, al agarrar el libro me doy cuenta de que dejé de leer, hoy, justo justito en la página 161. Ops! Lo inmediatamente anterior decía: "No me busques por dos motivos: a) No tiene sentido. b) la fuga no es mi desaparición absoluta. Regame las plantas. No te molestes en recoger los eventuales mensajes que puedan dejarme en el contestador ni en guardar los papeles tirados bajo la puerta".)

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viernes, 17 de julio de 2009

10 de Julio.

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El perro se quiere subir a la cama. Hinchapelotamente me lenguetea estirando el cogote hasta mi cara; intento echarlo, pero insiste. Se sube a dormir conmigo y ya somos 4: él, yo, y sus dos cachorros. El viento mueve la persiana que no pude abrir y que me dejó a oscuras, lo demás, todo, en silencio. Estar en un lugar desconocido y lejos, solo, me abisma: apenas cierro los ojos -el cuerpo todavía despierto- me veo repetido en geografías cotidianas. Yo soy el que está allá, pienso, yo pertenezco a esos lugares. La imagen se extiende y se demora en detalles: me pongo un guante sobre Díaz Vélez; camino por Acevedo esquivando el tacho con fuego del que cuida los autos; miro una remera a rayas en una vidriera iluminada sobre Chacabuco. Estoy en esos otros espacios pero sin cuerpo, anulando la ilusión de multiplicidad. Abro los ojos y siento a los perros que se pelean por el lugar, yo corro las piernas hacia un costado para que entren todos. Estoy acá, afirmo.
Juana lloriquea en la pieza de al lado. Hace unas horas Claudio, el padre, me dijo que ella ya comenzaba a reconocerme. A ella el espacio todavía no le significa nada, bien podría estar en Neuquén o Singapur; pero me reconoce. Entonces estoy acá, afirmo.

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lunes, 13 de julio de 2009

Las Luces.


La luz de la mañana, en el sur, trastorna los paisajes hacia lo metálico. Una vez que la nebulosa rosada, de la primerísima hora, desaparece -que tiñe las montañas y las ovejas, la ruta y los álamos- llega esa luz que lo enfría todo, en un gris pálido que paraliza la visión. El asfalto, las señalizaciones parecen fragmentos juxtapuestos, irreales e irreconocibles por esta luz que nunca vi antes. Recorrí este paisaje en verano, otoño y primavera. Pero ahora no lo reconozco. Estamos en invierno. Este espacio no me responde nada, no me habla, está quieto en su mudez de acero. Me asombra la sensación de novedad: recorro este paisaje por primera vez, aunque habiéndolo andado muchas veces antes, hasta haber creído poder reconocerlo. Me divierte esa burla porque me obliga a una nueva percepción, fuera del registro con el que lo pensaba. Con una simple variación de la luz lo que creía conocido se disipa, así de sencilla es la cuestión.

Pero después entramos en San Martín de los Andes y sé que puedo reconocer elementos mínimos, y ahí están. Retomo el diálogo; la mayoría de las cosas no han cambiado.


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viernes, 10 de julio de 2009

Obstinados.


Por la noche, llegando a Bahía Blanca, veo la silueta de un perro corriendo desesperado al micro. En la oscuridad, al costado de la ruta, un perro sigue un impulso a ciegas. Me acuerdo de los cuatro perros de la estación de Lomas, que desde hace años no se cansan de ladrarle al mismo tren. Pasan algunos minutos y vuelvo la vista hacia el mismo lugar: el perro sigue corriendo. Me sobresalto. Es imposible, me digo, y por un segundo siento terror. Pero no el terror de creerlo una aparición legendaria, de esas que saludan a los viajeros, sino terror al pensar en esa obstinación, tan fuera de todo límite. Qué habrá en este carro de luces que lo seduce y enoja hasta agotarse, qué promesa, qué amenaza. A qué quiere llegar, y hasta dónde es capaz de ir para tenerlo. Y ese correr indefinido, aparentemente inmotivado, me asusta en ese segundo. Corre por algo que no sabe lo que es, en una pura atracción del instinto.

Miro mejor: el perro es la forma que le dió mi mano al vapor pegado a la ventanilla. La noche era demasiado clara y fría y quise abrirme paso para mirar las formas oscuras de las sombras de los árboles, en un intento por aplacar mi propia carrera, repleta de promesas, de amenazas, dentro del carro con luces.

martes, 7 de julio de 2009

Los ángeles del Infierno.

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Celeste tuvo un mal día. Muy malo, demasiado perceptivo. Tan malo, que hasta me dejó hacer la comida. Agobiada se va a acostar, y yo me quedo viendo "Los ángeles del Infierno", de Howard Hugues, en la cinemateca de canal 7. Los actores, de tan idiotas, me cansan y decido irme a dormir. Pero doy vueltas en la cama, atado todavía a esa madeja que enredamos junto a las milanesas. Circunscribimos la experiencia a tres o cuatro conceptos, como para embutirla en algo que nos tranquilice, provisoriamente.
Pasan las horas y no me duermo, y en el momento en que giro el cuerpo hacia la cama de ella la veo sentada, mirándome, con una sonrisa que le ocupa toda la cara. Es sonámbula, ya lo sabía. "¿De qué te reís?", le pregunto. "De eso", responde, todavía mirándome. "¿De qué?", intento averiguar. "De ESO", me repite, enfatizando lo que no nombra. Entonces larga una carcajada, y se tira como peso muerto en la cama, nuevamente. Yo me río, y a los minutos me quedo dormido.

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domingo, 5 de julio de 2009

3 sueños.


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Mi prima más chica me cuenta que el viernes pasado soñó conmigo. Y que mi tío también, en la misma noche. Mercedes sueña con un pez que le dejan en la mano. Como no sabe qué hacer, lo mete en una licuadora con agua. De entre la gente que se amontona en su casa me ve llegar y me pide que la compañe a dejar el pez en el mar. Entonces salimos los dos, con el pez la licuadora y el agua, a buscar el océano en Lomas de Zamora.

Mi tío sueña que le regalan un auto de madera, pintado a pincel. Sabe que soñó conmigo, pero la relación no aparece, quedó sólo la sensación.

Y yo, esa misma noche, sueño: Estoy en Costa Azul, Uruguay, y el día está nublado y la playa vacía. Me meto en el agua para que la arena no me rasguñe. Pero al llegar a las rodillas quiero sumergirme y el agua me rebota, como si fuera de goma. Quedo con el cuerpo afuera y las piernas dentro del agua. Miro hacia la playa. A lo lejos, y entre la arena que se arremolina los veo a Leandro y a Gabriel, entonces respiro aliviado. Algo me grita, Leandro, que no alcanzo a oír. Gabriel sonríe, al lado, con su Montgomery pero en bermudas. Intento descifrar: Leandro me pide que no me olvide de ir a buscar el paquete de leña para la noche. Vuelvo hacia el agua y ahora sí: me meto entero. Pero cuando salgo a la superficie estoy en Montevideo. La playa está llena de gente y no reconozco a nadie. Hay mucha luz. Es un hermoso día de verano.


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miércoles, 1 de julio de 2009

Itinerario.

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Ayer fui a una reunión en la que no conocía a nadie. A los pocos minutos de llegado aparece un pibe, al que tampoco conozco, ajustado en un saco negro, y moderno. Mientras nos saludamos él se saca el abrigo, y creo reconocer un color, por debajo. Tiene puesto un sweater mío, sin dudas, verde loro con rayas naranjas. Observo entonces el mismo entramado, el mismo desgarrón debajo de la axila derecha. Lo compré hace 16 años, en Lomas de Zamora y él, creo, es de Colegiales. Me recordé adolescente, en búsqueda de color. El recorrido del pullover fue complejo, nos damos cuenta, tres personas lo usaron para llegar hasta ahí. Y concluído el itinerario volvió a aparecer, aunque ahora imposible de llamarlo mío. Lo miré como algo que ya dejó de ser, casi como en esos guiones oníricos actuado por gente desaparecida, que siempre se está alejando, que ya no pertenece a nuestros días. Podría haberle dicho al dueño que siempre quise coserle el tajo, o que lo elegí pensando en Freddy Krueger, a los quince años. Pero qué iba a importarle, si ya tenía otra historia.

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viernes, 26 de junio de 2009

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Quien mide su amor en el horizonte.
Erra la noche.
Erra el día.

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Celeste Blanco

lunes, 1 de junio de 2009

Lamborghini - Perlongher

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Desgarro en el éxtasis del garrotazo. O como dice Lamborghini: “Paciencia, culo y terror nunca me faltaron”, como fórmula de la violencia remachada de deseo –y no en su inverso, la fórmula masoquista. Desgarro, violencia y violación de ese velo que descubre maquillajes impresos en la piel, que nunca se descorren, que insisten por permanecer como un deseo tatuado, como una marca de origen inexplicable que alimenta el ansia del garrotazo brutal.
Insertos en el engranaje violento de la Historia, las maricas, las locas, se detienen a pensar en la lógica de esa maquinaria, por qué ser el cuerpo triturado, podría ser una de las preguntas. O por qué aplastarse, por qué el terror de la fila de exterminio, por qué la existencia misma de la máquina. Y entonces los brillos comienzan su esplandecer ante el sofoco, como insurgencia espontánea, tal vez, pero también como alistamiento de tropa, como escuadrón de mecánicos que ven en sus manos la llave que podría desajustar alguna pieza de la maquinaria, dejándola que se precipite ante la pesadez de su propia estructura, que se desguace, que caiga sola.
(Mecánicos de mamelucos estridentes y baile acompasado, como dicta la imagen cristalizada que lleva al chiste, a la descarga de la mirada escandalosa que fácilmente se trueca en puño).
La letanía del macho, el discurso vacío –repleto, por otra parte, de palabras cortantes y sonantes, de autoridad- se presentifica en su violencia “bajo las matas/ en los pajonales/ sobre los puentes/ en los canales”, en los cadáveres de una gesta de falso patriotismo –romper el culo es vencer, pero es también matar- que se levantan como trofeos de una cruzada moral. Pero hay más que una afrenta de trasluz esfinterial, porque sujetar el culo es también sujetar el sujeto a la civilización, a la humanización de las buenas maneras. Por tanto los restos barbáricos quedan relegados a los peligros fatales de la jungla, a la errancia sexual que toma la forma de la caza, a la deriva por un espacio minado de lentes y objetivos: “La unión de los cuerpos, a menudo violenta, tiene ahí entre las moscas un sabor a ruina, y la ruina, un sabor sagrado. Hay en estos juegos desenfrenados todo un miasma de muerte, en medio del cual percibo, sin embargo una animación divina, una intensidad divina”. O bien: “Por qué seremos tan perversas, tan mezquinas/ (tan derramadas, tan abiertas)/ y abriremos la puerta de calle al/ monstruo que mora en las esquinas”, como dice Perlongher.
Podríamos retomar una idea ya célebre: “La literatura nacional comienza con una violación” –aunque es intento, horror ante el desflore inminente- para revelar a la escritura -en un espacio donde la muerte se apresura ante la pérdida de la masculinidad- como el acto de consolidación de la identidad nacional en una masculinidad que debe permanecer intacta. La violencia más extrema se regocija en la penetración brutal, y una identidad va tomando cariz al asimilarse culo y terror como entidades inseparables. Por lo tanto, será cuestión de feminizar al amo, al macho: “Un general que agita los pendorchos/ y se entrega al de enfrente, saltando los tapiales/ es más mujer que hombre, es más mujer para ser hombre,/ hombre de más para mujer: un general,/ un artesano de la muerte/ Chupa, lame esta hinchazón del español.”
Devenir ellaél - élella en una pura sexualidad, en un deseo que no es que “no se atreve a decir su nombre” sino para el cual no hay nombre posible, desestabilizando así todo el programa social de configuración de géneros y sexualidades, que funcionan como sistemas de exclusión. El cuerpo, en este devenir sexual, encontrará su cifra en aquel lugar del horror, subvirtiendo esencias, transformándolo en bastión: “El cuerpo tiene un órgano metafórico/ es el lugar de todas las transmutaciones/ es el lugar poético por excelencia, el ano/ en el sentido que es el lugar/ donde el niño y la niña/ se encuentran todavía, subrayando todavía/ sin el corte,/ sin la diferencia de los sexos./ El lugar metafórico, el ano,/ mierda, niño, regalo, pene/ todo es intercambio”.
Y esos “devenidos”, los que vagan tremebundos por las obligadas alcantarillas de este deseo que es puro transcurrir, buscarán la forma de coagularse en un cuerpo más fuerte, que devuelva el garrotazo, porque, no hay que olvidarse que “en eso que empuja/ lo que se atraganta,/ En eso que se traga/ lo que emputarra,/ En eso que amputa/ lo que empala,/ En eso que ¡puta!/ Hay Cadáveres”.


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miércoles, 13 de mayo de 2009

La Corriente.

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En el tubo se acuesta, el hombre, para que pase la corriente. Llega una, la sigue con los ojos, en vertical, tumbado frente a la corriente. La mano se electrifica, cruje, arrastrando hormigas muertas, mientras la correntada pasa.
El perro espera adelante, apoyando el ano en la tierra y polvo, mordisqueando la oscuridad, buscándole sabor. Tuerce el pescuezo al seguir la corriente que se entuba, de repente, apagando los crujidos. No entiende, nada, el perro; no intuye, ni concluye, el perro, nada. Atado espera, el perro, que le devuelvan el día.
La corriente coletea al salir, carraspea sinsentidos, y se va. Y la mano cruje, pesada, ahora, sobre el vientre, apisonando tierra sobre el botón desprendido.
El perro pelea al silencio a lengüetazos, limpiándose el ano, siguiendo al compás sus latidos. Pero levanta el pescuezo al sentir el tirón de la correa, atento, devolviéndose a la espera, en ansiedad. Al final, o al comienzo, de la correa, ve el fierro, nítido recortado contra el fieltro negro de la oscuridad del túnel. Huele todavía, ansioso, los olores del hombre, apenas corrompidos por la corriente, que lo ha comenzado a deslavar. Se acuesta a esperar.
El hombre espera, también, que la próxima corriente termine de deslavarlo. El perro será la señal, ha pensado, apostándolo de vigía en la entrada, clavándole la correa con el fierro amarronado, frente al túnel.
En la espera un olor se entromete, un cardo pisado, piensa, y el perro que gruñe. El olor queda, pero algo huye, junto al leve retumbar de la tierra contra su espalda; entonces triangula: olor, gruñido, retumbo. El perro vuelve los dientes al hocico, olvidado de signos, al reconocer de entre el olor verde el olor del hombre, cada vez más débil.
Cada vez más débil la mano vuelve a la tierra, crujiendo, electrificándose, arrastrando hormigas muertas, mientras la corriente vuelve a pasar. El hombre la sigue con los ojos, en vertical, tumbados sus huesos, lamiéndole, ella, el cuerpo.
El perro será la señal, ha pensado, una vez que me haya perdido el rastro. Como para despertarlo vuelve a rozar la correa, con el pie que ya apenas reconoce. El perro mueve el pescuezo, atento, al sentir el tirón de la correa, y ve el fierro, la oscuridad, pero apenas huele su hombre. Se lamenta con un quejido que sólo, también, es oscuridad.
El hombre sonríe, adentro.
Ninguno de los dos lamenta la pérdida de colores: uno la esperaba, el otro ni siquiera lamenta; entonces la negrura es plena y viva, inyectada en ellos, encañonada, metida la noche a presión con un embudo que siempre culmina en su carne, la de ellos, que esperan, testigos, sin lamentarse.
Con la última corriente el perro fija un esquema, la ley, frente al estímulo que se repite –la electricidad, la correa que tira-, y aúlla, estirando el pescuezo. Junto al aullido las manos crujen, arrastrando hormigas muertas, una vez más.
El perro ladra, ésa es la señal, al oler el vacío y el túnel.



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lunes, 2 de febrero de 2009

Ya se tiran.

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Cuando le dijeron lo de los caballos no lo había creído, por supuesto, porque cómo creerle a las criadas de doña Herminia, que usaban esos turbantes amarillos en la cabeza y habían sido canjeadas por una rueda de carro y catorce naranjas. Cómo creerles, había pensado aquella vez, las fantasías escatológicas con las que le llenaban la cabeza cada vez que lo cruzaban camino al río frío y amarronado. Sin embargo hoy, ahora, lo duda, porque en su habitación se arremolinan las aguas que no dejan de chorrear de las canillas, enturbiando los objetos bajos con esa lenta oleada que crecerá hasta sumergirlos. Fue así de repente, no sólo la ducha, sino todo orificio comenzó esta chorreadura que ya hace horas no se detiene. Entonces desistió, ansioso por ver cómo cada espacio se trastornaba en la invasión: sobre las baldosas la corriente transportaba fósforos quemados, alguna galletita hinchada, la hoja infernal que le arrancó al Dante la noche pasada.
Al llegar a la habitación, la alfombra azul le devuelve la imagen de un arrecife deshabitado. Ahora mira sus uñas que ya son corales transparentes, aferradas a las plantas carnosas de los pies. Y entonces el caballo de madera se hunde, creando un pequeño embudo que le cosquillea la pierna, por pocos segundos. Recuerda a las criadas de Herminda, cuando le advirtieron sobre los caballos que se tirarían al río, sin razón. La repisa se inclina, arriba, y los caballos van cayendo uno a uno al agua fría y sucia.
Los caballos se tiran, piensa, sorprendido, con los pies y los caballos bajo el agua, con los turbantes reflejados desde una altura imposible, señalando el lugar hacia donde él ahora mira, desconcertado, y después ya no se oye nada.

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