viernes, 31 de julio de 2009

SMS II

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"Un viejo de 80 años me dijo en la calle, hola mamacita yo te amo mucho."

De: Cele
Recibido: LUN 16:58
20/07/09

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SMS

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"Hola primi, espero estés bien. Tuve un sueño medio feíto con vos. Tal vez quedé sugestionada por lo tuyo de ayer. Soñé que te morías pero seguías vivo (?) y hablabas conmigo en Sáenz. Yo le decía a la gente que estabas bien pero no me creían. Besote."

De: marisa2
Recibido: JUE 12:58
30/07/09

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sábado, 18 de julio de 2009

Lecturas.

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Leo en el blog de Martín el siguiente ejercicio:
1) Agarrás el libro que tenés más cerca.
2) Lo abrís en la página 161.
3) Buscás la 5º frase (completa).
4) Citás la frase en el blog.
5) Pasás el post a otros 5 blogs.

La Frase: "B) La fuga no es mi desaparición absoluta."

El Libro: Adiós a la calle, de Claudio Zeiger.

El que quiera, tómelo.

(Qué barbaridad, al agarrar el libro me doy cuenta de que dejé de leer, hoy, justo justito en la página 161. Ops! Lo inmediatamente anterior decía: "No me busques por dos motivos: a) No tiene sentido. b) la fuga no es mi desaparición absoluta. Regame las plantas. No te molestes en recoger los eventuales mensajes que puedan dejarme en el contestador ni en guardar los papeles tirados bajo la puerta".)

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viernes, 17 de julio de 2009

10 de Julio.

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El perro se quiere subir a la cama. Hinchapelotamente me lenguetea estirando el cogote hasta mi cara; intento echarlo, pero insiste. Se sube a dormir conmigo y ya somos 4: él, yo, y sus dos cachorros. El viento mueve la persiana que no pude abrir y que me dejó a oscuras, lo demás, todo, en silencio. Estar en un lugar desconocido y lejos, solo, me abisma: apenas cierro los ojos -el cuerpo todavía despierto- me veo repetido en geografías cotidianas. Yo soy el que está allá, pienso, yo pertenezco a esos lugares. La imagen se extiende y se demora en detalles: me pongo un guante sobre Díaz Vélez; camino por Acevedo esquivando el tacho con fuego del que cuida los autos; miro una remera a rayas en una vidriera iluminada sobre Chacabuco. Estoy en esos otros espacios pero sin cuerpo, anulando la ilusión de multiplicidad. Abro los ojos y siento a los perros que se pelean por el lugar, yo corro las piernas hacia un costado para que entren todos. Estoy acá, afirmo.
Juana lloriquea en la pieza de al lado. Hace unas horas Claudio, el padre, me dijo que ella ya comenzaba a reconocerme. A ella el espacio todavía no le significa nada, bien podría estar en Neuquén o Singapur; pero me reconoce. Entonces estoy acá, afirmo.

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lunes, 13 de julio de 2009

Las Luces.


La luz de la mañana, en el sur, trastorna los paisajes hacia lo metálico. Una vez que la nebulosa rosada, de la primerísima hora, desaparece -que tiñe las montañas y las ovejas, la ruta y los álamos- llega esa luz que lo enfría todo, en un gris pálido que paraliza la visión. El asfalto, las señalizaciones parecen fragmentos juxtapuestos, irreales e irreconocibles por esta luz que nunca vi antes. Recorrí este paisaje en verano, otoño y primavera. Pero ahora no lo reconozco. Estamos en invierno. Este espacio no me responde nada, no me habla, está quieto en su mudez de acero. Me asombra la sensación de novedad: recorro este paisaje por primera vez, aunque habiéndolo andado muchas veces antes, hasta haber creído poder reconocerlo. Me divierte esa burla porque me obliga a una nueva percepción, fuera del registro con el que lo pensaba. Con una simple variación de la luz lo que creía conocido se disipa, así de sencilla es la cuestión.

Pero después entramos en San Martín de los Andes y sé que puedo reconocer elementos mínimos, y ahí están. Retomo el diálogo; la mayoría de las cosas no han cambiado.


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viernes, 10 de julio de 2009

Obstinados.


Por la noche, llegando a Bahía Blanca, veo la silueta de un perro corriendo desesperado al micro. En la oscuridad, al costado de la ruta, un perro sigue un impulso a ciegas. Me acuerdo de los cuatro perros de la estación de Lomas, que desde hace años no se cansan de ladrarle al mismo tren. Pasan algunos minutos y vuelvo la vista hacia el mismo lugar: el perro sigue corriendo. Me sobresalto. Es imposible, me digo, y por un segundo siento terror. Pero no el terror de creerlo una aparición legendaria, de esas que saludan a los viajeros, sino terror al pensar en esa obstinación, tan fuera de todo límite. Qué habrá en este carro de luces que lo seduce y enoja hasta agotarse, qué promesa, qué amenaza. A qué quiere llegar, y hasta dónde es capaz de ir para tenerlo. Y ese correr indefinido, aparentemente inmotivado, me asusta en ese segundo. Corre por algo que no sabe lo que es, en una pura atracción del instinto.

Miro mejor: el perro es la forma que le dió mi mano al vapor pegado a la ventanilla. La noche era demasiado clara y fría y quise abrirme paso para mirar las formas oscuras de las sombras de los árboles, en un intento por aplacar mi propia carrera, repleta de promesas, de amenazas, dentro del carro con luces.

martes, 7 de julio de 2009

Los ángeles del Infierno.

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Celeste tuvo un mal día. Muy malo, demasiado perceptivo. Tan malo, que hasta me dejó hacer la comida. Agobiada se va a acostar, y yo me quedo viendo "Los ángeles del Infierno", de Howard Hugues, en la cinemateca de canal 7. Los actores, de tan idiotas, me cansan y decido irme a dormir. Pero doy vueltas en la cama, atado todavía a esa madeja que enredamos junto a las milanesas. Circunscribimos la experiencia a tres o cuatro conceptos, como para embutirla en algo que nos tranquilice, provisoriamente.
Pasan las horas y no me duermo, y en el momento en que giro el cuerpo hacia la cama de ella la veo sentada, mirándome, con una sonrisa que le ocupa toda la cara. Es sonámbula, ya lo sabía. "¿De qué te reís?", le pregunto. "De eso", responde, todavía mirándome. "¿De qué?", intento averiguar. "De ESO", me repite, enfatizando lo que no nombra. Entonces larga una carcajada, y se tira como peso muerto en la cama, nuevamente. Yo me río, y a los minutos me quedo dormido.

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domingo, 5 de julio de 2009

3 sueños.


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Mi prima más chica me cuenta que el viernes pasado soñó conmigo. Y que mi tío también, en la misma noche. Mercedes sueña con un pez que le dejan en la mano. Como no sabe qué hacer, lo mete en una licuadora con agua. De entre la gente que se amontona en su casa me ve llegar y me pide que la compañe a dejar el pez en el mar. Entonces salimos los dos, con el pez la licuadora y el agua, a buscar el océano en Lomas de Zamora.

Mi tío sueña que le regalan un auto de madera, pintado a pincel. Sabe que soñó conmigo, pero la relación no aparece, quedó sólo la sensación.

Y yo, esa misma noche, sueño: Estoy en Costa Azul, Uruguay, y el día está nublado y la playa vacía. Me meto en el agua para que la arena no me rasguñe. Pero al llegar a las rodillas quiero sumergirme y el agua me rebota, como si fuera de goma. Quedo con el cuerpo afuera y las piernas dentro del agua. Miro hacia la playa. A lo lejos, y entre la arena que se arremolina los veo a Leandro y a Gabriel, entonces respiro aliviado. Algo me grita, Leandro, que no alcanzo a oír. Gabriel sonríe, al lado, con su Montgomery pero en bermudas. Intento descifrar: Leandro me pide que no me olvide de ir a buscar el paquete de leña para la noche. Vuelvo hacia el agua y ahora sí: me meto entero. Pero cuando salgo a la superficie estoy en Montevideo. La playa está llena de gente y no reconozco a nadie. Hay mucha luz. Es un hermoso día de verano.


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miércoles, 1 de julio de 2009

Itinerario.

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Ayer fui a una reunión en la que no conocía a nadie. A los pocos minutos de llegado aparece un pibe, al que tampoco conozco, ajustado en un saco negro, y moderno. Mientras nos saludamos él se saca el abrigo, y creo reconocer un color, por debajo. Tiene puesto un sweater mío, sin dudas, verde loro con rayas naranjas. Observo entonces el mismo entramado, el mismo desgarrón debajo de la axila derecha. Lo compré hace 16 años, en Lomas de Zamora y él, creo, es de Colegiales. Me recordé adolescente, en búsqueda de color. El recorrido del pullover fue complejo, nos damos cuenta, tres personas lo usaron para llegar hasta ahí. Y concluído el itinerario volvió a aparecer, aunque ahora imposible de llamarlo mío. Lo miré como algo que ya dejó de ser, casi como en esos guiones oníricos actuado por gente desaparecida, que siempre se está alejando, que ya no pertenece a nuestros días. Podría haberle dicho al dueño que siempre quise coserle el tajo, o que lo elegí pensando en Freddy Krueger, a los quince años. Pero qué iba a importarle, si ya tenía otra historia.

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