miércoles, 9 de febrero de 2011

Fragmentos Entrerrianos II




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6/1
Ayer por la noche un bote quedó amarrado en el río. Apenas se movía, acentuando la inmovilidad de todo el cuadro. El agua del río, por la noche, es una oscuridad compacta, apretada, presionada por las estrellas que se reparten, quietísimas, por el lienzo oscuro, sólo a veces tajeado por la rápida luz de una luciérnaga.
No sé desde dónde percibir este paisaje, que me resulta tan irreal: la arena tan suave, el compuesto orilla-bote-cielo-estrellas en esa parálisis que lo trasforma en un cuadro, sin embargo, en extremo realista.
Decido levantarme de la arena para asimilar el cuadro, incorporarme a él, y romper esa quietud que me distancia. Atravieso la pintura metiendo las patas en el río, mirando las aureolas negras que se dispersan hasta el bote amarrado. Voy hacia él y lo muevo, como si mi mano pudiera despertar y animar los objetos, para darles vida.


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miércoles, 2 de febrero de 2011

Fragmentos Entrerrianos




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13/1
Nos tomamos una combi a la terminal para volver ya a Buenos Aires. La lámina negra del vidrio polarizado de la combi tiene una rasgadura con forma de paloma, pájaro o mariposa, con las alas desplegadas. Veo la realidad del paisaje del que nos alejamos por esa abertura: los cultivos y los countries, el río y los puentes, el camino de ripio y el polvo que nos deja la moto que va adelante. Por el ojo de ese ave se fugan las caminatas al sol de la tarde por la ciudad, se va un ritmo y una respiración lenta, acompasada por los puentes vacíos y los perros de la noche. El vuelo estático de la figura en el vidrio recorta las imágenes y las pliega en mi cuerpo. El año pasado, mientras nos íbamos de Reta en el micro con Celeste, en plena tormenta, imaginamos la destrucción del paisaje como un realismo mágico berreta; este año ninguno habla, y nos limitamos a la observación, tal vez porque estos pastos y estas aguas viven y mueren por sí solas, con toda la fuerza, más allá de nuestra imaginación, sin que tengamos la necesidad de fabularla y reconstruirla. A Reta la construimos nosotros, -creándole un entramado de sucesos y personajes íntimos al paisaje- para resignificarla a nuestro capricho, como si recién hubiera comenzado a nacer con nuestra presencia. Este año fracasaron todas las tentativas y sólo nos quedó transformarnos nosotros en personajes de una obra ajena, errando en una constante búsqueda de indicios, pero permitiéndonos descubrir la mirada en los ojos del río y las palmeras, los animales y los caminos negros de la noche. Hemos descubierto un paisaje y recorrido su nervio, sin insertarlo en ninguna estructura, sin marcos ni ficciones. El ojo del ave quieta me recuerda esta distancia entre la imaginación y la realidad: afuera las aves gritan sobre el puente; adentro mi mochila se incrusta en mis costillas, mientras miro por el rasguño de una lámina negra, camino a Buenos Aires.

12/1
Volvemos de estar en la playa con los chicos, en esta última noche. Ahora veo la sombra gigante de los pinos, mientras las chicas duermen, y los bichos de la luz me dan vueltas por la cara. Se me aparecen imágenes del viaje como elementos vivos, inescribibles, que todavía me cuesta asimilar. Sólo puedo señalar que estamos en el camping 5, parcela 513; que al lado tengo los puchos y el mate frío; que las agujas secas de los pinos forman un compacto amarronado y despeinado que cubre todo; que unos metros más allá está el río con esa calma intraducible; que el fondo de este bosque me parece un poco siniestro. Y que voy a dejar de escribir para ir a recorrerlo, de una vez por todas, en la oscuridad.

11/1
En el río a Celeste una serpiente le roza las costillas; a un sapo una hormiga le camina por el ojo; los lagartos dejan los restos de una paloma entre los árboles; dos hormigas rojas despedazan a una negra a lo Tupac Amaru; dos pájaros se picotean incansablemente en el aire; un carpincho devora los peces que saltan sobre el río, proyectando el sonido de un estornudo en el silencio de la orilla; otra serpiente se nos aleja corriendo sobre la arena, zigzagueando; peces nos pellizcan los tobillos; una mariposa gigante y multicolor muere atrapada en una telaraña, mientras nosotros miramos y señalamos.

10/1
Se fueron Dani y Rocío y quedamos Rebeca, Celeste y yo, acampando en un bosque de pinos y algunos eucaliptus. Tenemos a los caballos muy cerca y un camino que nos lleva a campo abierto. Varios de los paisajes hasta ahora me recordaron el viaje con Emi a Córdoba, hará unos seis años; pero lo que veo hoy recupera escenas de una memoria reciente que me emperro en resucitar. Me pregunto cómo deslavar aquellas imágenes para quitarles fuerza, tal como hice en Reta el año pasado. Con Celeste nos preguntamos a cada momento si todavía estamos en Reta, como si el recuerdo del año pasado tuviera que permanecer intacto, como si sólo realizáramos un viaje en toda nuestra vida y las diferencias fueran detalles superfluos. Poco falta para que los compañeros de todos mis viajes se hagan presentes ahora, trayendo ramas para el fuego de la noche. Porque esta noche, mientras las chicas están lejos haciendo compras, se me llena de fantasmas.


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