viernes, 20 de junio de 2008

El Pabellón de Oro


La belleza -¿cómo decirlo?- sí... es como una muela cariada, que nos roza la lengua, nos la agarra, nos hace daño, que yergue su existencia como un alfiler. Finalmente, no podemos ya más con el dolor y el dentista nos la arranca. Entonces, al contemplar en el hueco de nuestra mano aquella pequeña cosa marrón, sucia, sanguinolienta, uno se dice más o menos: "¿Es esto? ¿Es esto lo que me hacía tanto daño, lo que no cesaba de recordarme su existencia de un modo tan desagradable, lo que me clavaba raíces tan tenaces? ¡No es más que materia muerta! Pero, esta cosa y la de un instante, ¿son realmente una misma cosa? Si ésta, al principio, formaba parte de mi envoltura exterior, ¿cómo, por qué conexión, ligándose a mi yo interno, pudo convertirse para mí en una fuente de dolor? ¿sobre qué base reposaba? Y esta base, ¿existía en mí? ¿O bien existía en este objeto? Sea lo que fuere, lo que me han arrancado de las encías y lo que yace en el hueco de mi mano son dos cosas totalmente diferentes. De una manera positiva, ESTO ya no es AQUELLO"


Yukio Mishima

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