viernes, 12 de febrero de 2010

1992, Puerto Piramide.


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Con la mudanza aparecen cosas inexplicables. Entre ellas una libretita ACME, de 40 hojas. Después de varias hojas escritas por mi prima, leo:

“Hoy es 13/11/92 y acabo de pasar la semana más feliz de mi vida.
La semana pasada fui con mis compañeros de colegio a Península Valdéz, Chubut, y desde el vamos estuvo perfecto.
El viaje de ida fue buenísimo, nos divertimos como nunca, Gonzalo llevó su guitarra y nos la pasamos cantando. Después nos pasaron una película “FX 2”, pero casi en el final me fui atrás con los chicos, porque estaba con María Noel y Mariela adelante, y Melgarejo estuvo payando.
Paramos en un restaurante casi a la 1 de la tarde y comimos, yo me quedé con Eduardo. Después a la noche volvimos a parar y María Noel me pagó un café, el restaurante se llamaba “El Cholo” y tenía una pantalla gigante donde pasaban “Grande Pá”. Estuvimos esperando como dos horas porque el micro se había roto. Nos quedamos sentados en el borde de la salida del restaurant, después fuimos a una calle que estaban haciendo.
Mariela me contaba cómo se veía con lentes de contacto.
Habremos dormido unas tres horas y nos despertamos, estuvimos jodiendo, y llegamos a Puerto Pirámide, era un paraíso, bajábamos por la ruta como en un pendiente y había una confusión de sierras y mar, era increíble.
Bajamos, buscamos lugar y ya nos desesperábamos por ir al mar. Habremos llegado a eso de las 11, y el Negro nos dijo que bajáramos y armemos las carpas. Teníamos planeado armar carpa con Cristian Benítez, Pablo Roel, Juan Pablo Moure, Pablo Letiz, Oscar Amoza y yo, pero estaba también Caride y no sabíamos qué hacer, entonces cuando vimos que no entrábamos Pablo, Juan Pablo y Oscar armaron otra carpa cerca nuestro, y nuestra carpa quedó con Pablo Roel, Cristian, Eduardo y yo.
La carpa la armamos boca abajo y todos nos cargaban.
Fue difícil armar la carpa porque estábamos boca abajo en un médano, por lo tanto abundaba arena y no podíamos clavar las estacas.
El lugar fue el más hermoso que conocí en mi vida, había como una bahía, después los médanos, arena y otros médanos.
(Croquis del lugar).
El paisaje era algo increíble.
Mariano nos dijo que había visto como ocho ballenas.
Con el Negro vi las primeras dos ballenas de mi vida.
Con Gonzalo y Marianito fuimos hasta la pirámide.
Me empecé a hacer muy amigo de Pablo, hacíamos todo juntos.
En la primera noche nos encontramos con la primera anécdota. Habíamos salido con los chicos a recorrer el lugar, éramos un montón. Habíamos llegado casi a los baños, pasamos por el restaurant y llegamos a prefectura; allí había un hombre y nosotros lo enfocamos con las linternas, entonces vino corriendo y nos hizo parar a todos y nos dijo:
- ¿Qué hacen a esta hora iluminando a la gente?
Nosotros no le contestamos y nos dijo:
- Acá la gente viene a descansar, y ustedes están molestándolos.
Y así siguió, entonces saltó Carolina Torrilla y le dijo:
- Escúcheme, Señor, nosotros no hicimos nada, sólo queríamos saber quién era.
- Bueno, pero es una falta de respeto.
Y Caro le dijo:
- No señor, no hicimos nada.
Entonces el tipo le dijo:
- ¿Me está enfrentando?
Y ella le dijo que no, entonces el tipo le pidió los documentos y ella le dijo que los tenía en el campamento, entonces el tipo le dijo:
- Queda detenida, y prosigo a leerle los derechos.
Entonces le sacó la linterna a Juampi y empezó a leer.
- Averiguación de antecedentes, derecho a quedar callada.
La alumbró y le dijo:
- ¿Sigo, sigo?
Y ella le contesto:
- Sí, por mí, siga.
Entonces Pablo saltó y lo convenció. Todos medio que nos asustamos: ¡menos ella!”

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El Juego.


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Jueves 21/01

Unos chicos juegan cerca, en el médano. Los tres más grandes trazan una línea en la arena y hacen formar a los más chicos en fila detrás de la valla. Suena atronadora la voz de la rubiecita más grande: "¡Los que están del otro lado no pueden entrar al boliche!" Los más chiquitos intentan convencer, argumentan que alguien los invitó, alguien que se esconde detrás de los médanos. Ella manda a uno a averiguar -no vaya a ser cosa que la engañen- y le pide a otro que la ayude con la seguridad, no vaya a ser que se le amotinen. Después de un rato los cuatro grandes desaparecen, y los tres chiquitos quedan solos sentados detrás de la línea. "Miren por dónde entran" dice uno rubiecito de no más de cuatro años. La nena se aburrió, y ahora juega a taparse las piernas con arena.
Salen los grandes de detrás del tamarisco, se abrazan en línea horizontal, como frente a un público. A la cuenta de tres se agachan y aplauden. Los chiquitos los miran sin reacción.

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sábado, 6 de febrero de 2010

La Noche.




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Martes 19.01

Me asombra que Reta me recuerde a las postales mentales que me traje el año pasado de Santa Teresa, Uruguay: el camino angosto y blanco hasta la playa, la arboleda que lo sigue, los médanos desparramándose a los costados. Antes de venir desarchivé aquellas postales, como para ponerme un límite: imposible que cualquier otra playa se le pareciera. Casi como recordar un primer enamoramiento, para imponerlo sobre la cara de los otros. Acá me encuentro, entonces, sobreimprimiendo imágenes, hasta que posiblemente las confunda, en el futuro. Nada es sagrado, y el aura de los paisajes nunca termina de completarse, son abertura y continuidad, por más que intentemos remarcarlas con los lápices que diseñan los recuerdos.
Ahora estoy ansioso por recorrer este camino hacia la playa por la noche. Sólo faltaría la luna llena (estamos en cuarto menguante, imposible) para que la imagen definitiva de Santa Teresa termine de fundirse. Bueno sería quebrar esos límites, como para no quedarse vagando por una sola playa.


Miércoles 20.01

Como calmó el viento nos quedamos hasta el anochecer en la playa. Ya esperaba ansioso porque comience a irse la última luz. Las estrellas comenzaron a puntuarlo todo, hasta parecer derretirse en un blanco continuo. Bailamos solos, los tres, hasta que los contornos se nos fundieron de repente, apagándonos. Volvimos por el camino blanco (pasan unos chicos que me invitan a un fogón, ahora, pero me niego). Volvimos por el camino blanco, entonces, y lo que esperaba ver me desilusiona. Porque lo blanco sólo puedo intuirlo: la luna no brilla, apenas es reborde fijo, débil; la arena tapa parte del camino. El resto parece como una remake deslavada, mucho más económica.
Sin embargo, las estrellas. Desacralizar por diferencia, no por superposición o semejanza. Siempre hay un elemento que con su diferencia modifica la valoración de otro, subiendo o bajándolo de nivel, hasta hacerlo parte del continuo de esos recuerdos-signo que nos escalonan –o jerarquizan- la experiencia.
Las estrellas y la risa, también, al ver a las chicas bailar como Michael Jackson, imitándole la caminata lunar en los médanos.
Valor actual: la letra de una canción de Luis Miguel, cantada por Rosaura, llega a fascinarme: me conmueve que no sea retorcida; habla. Luis Miguel cantado a la Rosaura puede sonar como un cover de los peores –mh, no sé- pero sin embargo es en esa diferencia en la que por primera vez escucho.

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