sábado, 6 de febrero de 2010

La Noche.




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Martes 19.01

Me asombra que Reta me recuerde a las postales mentales que me traje el año pasado de Santa Teresa, Uruguay: el camino angosto y blanco hasta la playa, la arboleda que lo sigue, los médanos desparramándose a los costados. Antes de venir desarchivé aquellas postales, como para ponerme un límite: imposible que cualquier otra playa se le pareciera. Casi como recordar un primer enamoramiento, para imponerlo sobre la cara de los otros. Acá me encuentro, entonces, sobreimprimiendo imágenes, hasta que posiblemente las confunda, en el futuro. Nada es sagrado, y el aura de los paisajes nunca termina de completarse, son abertura y continuidad, por más que intentemos remarcarlas con los lápices que diseñan los recuerdos.
Ahora estoy ansioso por recorrer este camino hacia la playa por la noche. Sólo faltaría la luna llena (estamos en cuarto menguante, imposible) para que la imagen definitiva de Santa Teresa termine de fundirse. Bueno sería quebrar esos límites, como para no quedarse vagando por una sola playa.


Miércoles 20.01

Como calmó el viento nos quedamos hasta el anochecer en la playa. Ya esperaba ansioso porque comience a irse la última luz. Las estrellas comenzaron a puntuarlo todo, hasta parecer derretirse en un blanco continuo. Bailamos solos, los tres, hasta que los contornos se nos fundieron de repente, apagándonos. Volvimos por el camino blanco (pasan unos chicos que me invitan a un fogón, ahora, pero me niego). Volvimos por el camino blanco, entonces, y lo que esperaba ver me desilusiona. Porque lo blanco sólo puedo intuirlo: la luna no brilla, apenas es reborde fijo, débil; la arena tapa parte del camino. El resto parece como una remake deslavada, mucho más económica.
Sin embargo, las estrellas. Desacralizar por diferencia, no por superposición o semejanza. Siempre hay un elemento que con su diferencia modifica la valoración de otro, subiendo o bajándolo de nivel, hasta hacerlo parte del continuo de esos recuerdos-signo que nos escalonan –o jerarquizan- la experiencia.
Las estrellas y la risa, también, al ver a las chicas bailar como Michael Jackson, imitándole la caminata lunar en los médanos.
Valor actual: la letra de una canción de Luis Miguel, cantada por Rosaura, llega a fascinarme: me conmueve que no sea retorcida; habla. Luis Miguel cantado a la Rosaura puede sonar como un cover de los peores –mh, no sé- pero sin embargo es en esa diferencia en la que por primera vez escucho.

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1 comentario:

Celeste Blanco dijo...

DESACRALIZAR. AHORA ENTENDI MEJOR LOS 2 TEXTOS. QUE BUENA IDEA.