miércoles, 9 de febrero de 2011

Fragmentos Entrerrianos II




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Ayer por la noche un bote quedó amarrado en el río. Apenas se movía, acentuando la inmovilidad de todo el cuadro. El agua del río, por la noche, es una oscuridad compacta, apretada, presionada por las estrellas que se reparten, quietísimas, por el lienzo oscuro, sólo a veces tajeado por la rápida luz de una luciérnaga.
No sé desde dónde percibir este paisaje, que me resulta tan irreal: la arena tan suave, el compuesto orilla-bote-cielo-estrellas en esa parálisis que lo trasforma en un cuadro, sin embargo, en extremo realista.
Decido levantarme de la arena para asimilar el cuadro, incorporarme a él, y romper esa quietud que me distancia. Atravieso la pintura metiendo las patas en el río, mirando las aureolas negras que se dispersan hasta el bote amarrado. Voy hacia él y lo muevo, como si mi mano pudiera despertar y animar los objetos, para darles vida.


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