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Él alarga el brazo y toca la nebulosa "5". La nebulosa lo agarra por el dedo y le da vueltas hasta descoyuntarle el brazo, la cadera, las piernas. La nebulosa es la nebulosa, y no hay que andar haciéndole cosquillas. "Y ahora quién te cura", le grita la madre escandalizada. Y piensa que tal vez no estuvo bien en enseñarle a su hijo que las nebulosas no existen.
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