miércoles, 12 de agosto de 2009

Parqué.

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Espero a mi tía en el primer piso de El Gato Negro, sector fumadores. No hay nadie, y me siento en una mesita, de cara a Corrientes. Va a llegar tarde, me avisa, mi tía. Y espero un poco más, total hace más de diez años que no la veo. Estoy ansioso, muy, por comenzar a hacer evaluaciones: cómo es su cara ahora, si habla como la recuerdo, si podré regenerar el vínculo. Mientras me fumo esa ansiedad de cara a Corrientes escucho un ruido extraño, muy cerca. Giro y veo a un tipo de rodillas, en el parqué, tirando hacia fuera las maderas. Está arrancando el parqué, sí, y metiendo la mano en el agujero. Se da vuelta y es Guillermo Franchella, que me quema, al mirarme, con esos ojos tan desencajados que tiene. Me hago el boludo y miro de nuevo hacia el ventanal. Lo sigo escuchando mientras arranca maderitas y mete la mano. Algo se le habrá perdido, que tan desesperado busca. Al rato se levanta y se va.
Llega mi tía, espléndida, y, a pesar de las trabas que exige la cordialidad, arremetemos en nuestras vidas. Después de un largo rato, yo soy el que mete mano en el pozo, arrancadas ya de una vez esas superficies que nos tapan, y busco imágenes trascendentes que puedan ligarnos aun más. Recordamos que nos vimos por última vez a causa de una muerte, y nos callamos un rato, buscándole al hecho una magnitud que tal vez ya no tiene. Entonces saco del fondo, iluminado, una tarde, y nos reímos. Cuando nos levantamos para irnos le muestro el agujero y le cuento lo de Franchella. Ella me dice que sí, que lo vio abajo, cuando llegaba, preguntando si alguien había encontrado, de casualidad, su celular. Me disgusta la sensación de pérdida del misterio. La realidad siempre resulta ser más trivial, económica.

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2 comentarios:

néstor dijo...

Lo leí varias veces. Me tienta la idea de una reflexión, pero prefiero decir que es un texto de esos que se disfrutan, así nomás.

Muy bueno, muy bueno.
un abrazo.

Hernán Huguet dijo...

Ehh!
reflexione, reflexione...