miércoles, 1 de julio de 2009

Itinerario.

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Ayer fui a una reunión en la que no conocía a nadie. A los pocos minutos de llegado aparece un pibe, al que tampoco conozco, ajustado en un saco negro, y moderno. Mientras nos saludamos él se saca el abrigo, y creo reconocer un color, por debajo. Tiene puesto un sweater mío, sin dudas, verde loro con rayas naranjas. Observo entonces el mismo entramado, el mismo desgarrón debajo de la axila derecha. Lo compré hace 16 años, en Lomas de Zamora y él, creo, es de Colegiales. Me recordé adolescente, en búsqueda de color. El recorrido del pullover fue complejo, nos damos cuenta, tres personas lo usaron para llegar hasta ahí. Y concluído el itinerario volvió a aparecer, aunque ahora imposible de llamarlo mío. Lo miré como algo que ya dejó de ser, casi como en esos guiones oníricos actuado por gente desaparecida, que siempre se está alejando, que ya no pertenece a nuestros días. Podría haberle dicho al dueño que siempre quise coserle el tajo, o que lo elegí pensando en Freddy Krueger, a los quince años. Pero qué iba a importarle, si ya tenía otra historia.

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