lunes, 28 de diciembre de 2009

1983.


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Una vez que pasamos los carteles gigantes de Coca Cola que dan la bienvenida a Mar del Plata, mis viejos decidieron hacer un alto en una fonda cerca de la ruta para festejar año nuevo. Era 31 de diciembre de 1983, ya casi a medianoche, y no sé si llegamos a comer antes de que sonaran las doce. Mucho no recuerdo de esa noche. Pero en un momento descubrí cómo se podía hacer sonido con una botella de Crush. El espíritu festivo hizo estragos; me acuerdo de unos tipos parados en una mesa descolgando unas cacerolas para golpear; me acuerdo de mi papá enseñándome cómo raspar la acanaladura de la botella para que suene, imitando al hombre que había visto antes. Mucha alegría había en ese lugar, y creo que en un momento hasta pensé que eran todos amigos. Después, al grito de: “El que no salta es militar”, vi a ese tumulto levantarse en el aire al unísono, casi acompasados; o así es como elijo recordarlo. Todos los fin de año recuerdo ese festejo, más allá de que la importancia del hecho pude vislumbrarla mucho tiempo después. Y no puedo dejar de sentir nostalgia de esa alegría compartida.

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1 comentario:

Alguien dijo...

Sencillamente un hermoso recuerdo! una hermosa historia...