viernes, 14 de diciembre de 2007

Bebert.


Le gritó que apareciera, Aparecé Bebert, le dijo, pero Bebert no quería aparecer. Ella le volvió a gritar Aparecé Bebert y él se escondió más fuerte, con más ganas dentro de los árboles. Porque a Bebert le gustaba que lo buscaran, le gustaba el sonido de la voz de la tía desde dentro del árbol. Bebert, que me enojo, escuchaba Bebert desde dentro del árbol, y él, para no hablar o reírse se pegaba hojas secas en el labio. Bebert se murió un día de esos, se le cayó una hojita del labio y se rió, Te encontré, Bebert, le dijo ella, y se lo llevó a la casa para que la ayude a prender un fuego. Y al otro día Bebert estaba muerto, quieto debajo de las sábanas, sin ninguna hojita en el labio. Aparecé Bebert, siguió gritando la tía, buscando dentro de los árboles. Pero Bebert no quería aparecer, era más chiquito que una hoja, arriba, en el pico de un pájaro.

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