lunes, 10 de diciembre de 2007

La Grande.


Antes del amanecer, en la negrura sin aire de la madrugada, un chingolo cantaba entre los árboles del jardín, y con la primera claridad, llegaron los jilgueros, los gorriones, a saludar, con un bullicio excitado, la salida del sol, el nuevo día, piensa ahora Gutierrez, tan espléndido como inútil. Y vuelve a verse desnudo en la cama, con Leonor desnuda, dormida, a su lado, sobre la sábana blanca toda retorcida y empapada de sudor, y oye todavía, treinta y tantos años más tarde, la agitación ruidosa de los pájaros que, habiéndose ya olvidado de que el día anterior el mismo fuego incomprensible había ido subiendo desde el este, el día anterior y el anterior al anterior, hasta agotar los días abolidos en un pasado intangible, anterior a la existencia misma de la memoria, creen que el resplandor que revela el mundo y disuelve las tinieblas, les está destinado y está ocurriendo por primera vez, igual que quien ha sido captado en el aura mágica del deseo piensa que, por primera vez desde el comienzo del mundo, su sentido, a través del tacto tosco y de la carne rudimentaria, ha sido por fin revelado.



Juan José Saer.

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