jueves, 6 de diciembre de 2007


Recién llego a casa. Me tomé el 160 y continué la lectura de "Viaje al fin de la noche", ese libro del que tantas citas extraje para subir acá. La cuestión es que sí, es un libro de esos que provocan un placer extraño al leerlo, que se leen casi como en una estampida barranca abajo, de forma inevitable, sin poder frenar. Pero hoy, tal vez bajo cierto ánimo peculiar, no pude evitar ese AUCH! , casi de voz alta, que te pone la piel gallinezca al leer una frase; una de esas frases que te detienen por largo rato, que imposibilitan seguir leyendo, te golpean como mazaso. Bardamu, el personaje principal, -finalmente devenido médico luego de miles de travesías- atiende a su amigo Robinson que se quedó ciego por una explosión que le dio en plena jeta. Bardamu lo va a visitar dos veces al días y con el tiempo Robinson, en su ceguera, y espectador único de sus recuerdos, comienza a relatarle pedacitos de su vida. Robinson le cuenta un secreto a Bardamu sobre su iniciación sexual, y repite esa historia, que tanto le costó decir, todos los días. Lo repite tanto que la historia se trastona en chiste, todos cargan a Robinson por ese recuerdo. Y es en ese momento que Bardamu dice:


"Esto ocurre con nuestros secretos, en cuanto los aventamos en público. Quizá en nosotros y en la tierra y en el cielo, sólo es terrible lo que no se ha dicho. No estaremos tranquilos hasta que todo sea dicho, de una santa vez; entonces, al fin, se hará el silencio y no tendremos miedo de callar. Ya estará"


1 comentario:

Unknown dijo...

"...entonces, al fin, se hará el silencio y no tendremos miedo de callar..."

cuanta diferencia encierra el silencio de un secreto no revelado y el silencio de un secreto compartido.
haceme acordar que te cuente un sueño de esos raros que solo yo soy capaz de crear.