sábado, 8 de diciembre de 2007

J.R. Wilcock.

El Correo del lector.

Dr. De Cola.
Novela de los dos Alegres Caballos.

También mi padre hacia el ´90, más precisamente en 1886 al morir mi hermana, me regaló un potrillo para mí solo. ¡Cómo nos queríamos Tony y yo! Cada vez que salía de casa, ahí estaba Tony junto a la valla, esperándome. Tomaba una de mis orejas entre sus tiernos labios y me la estiraba parado sobre las patas de atrás; o bien me mordía un hombro con sus tiernas mandíbulas invitándome a dar un paseo.
Hasta que un día me hizo caer sobre una piedra delante del molino, y quedé inválido para siempre, aunque seguí siendo muy vivaz. Desde 1887 vivo sentado frente a la ventana y leo revistas ilustradas, pero no dejo de pensar en Tony. Mi padre lo regaló como castigo, y como castigo al año siguiente le cayó encima un árbol y murió (mi padre). No hay amigo como un caballo.
Felicidades y saludos,
Console sala.
Verolanuova - Brescia.



de "Los Dos Indios Alegres".

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