domingo, 2 de diciembre de 2007

Esta noche en el agua.


Reflejándose en el agua, con la cara hacia la luna y la luna en el agua. Los movimientos redoblados de tu reflejo haciéndose casi gigantes, a punto de chocar contra las oscuras piedras estancadas que cortan la quietud imposible del agua. Tu cara en el agua es un monigote de la luna que bailotea con su luz y su fuerza solitaria. Detrás están los pastos que se doblan y se hunden bajo el pie de mi caballo silencioso, que en su huella deja los trazos de la desesperación de la doma. Llego despacio, sin dudar, a tu espalda que me esconde del río y la luna, para intentar tocar un solo cabello oscuro. Los pastos no crujen y los bichos gritan las melodías arrancadas del estómago. Acomodo mis manos peludas a tu cuerpo de luna blanca, de cara reflejada en el río blanco y espero a que el agua se aquiete y acaricie nuevamente los bordes de tus pies. Reflejándose en el agua ahora está mi cara, volteada hacia la luna oscura de tu cuello, y lo blanco está en mi barba mojada de luna blanca. Mis manos despiertan al río y vuelve a rebotar mi cara en la piedra oscura; levanto tu cabeza y te hago expulsar el agua por la boca, que queda atrapada en los pelos y las arrugas de mi mano vieja y disciplinada. Si alguna vez quisiste asustarme con tu palidez, no lo sé; me lo dirás cuando despiertes. Te preguntaré por los pies que arrullaba el agua, gastando las uñas y la suave carne blanca. Te preguntaré por la cara anclada en el barro de la costa y por el agua que estaría inflamando tus pulmones, ornamentándolo con pastos y granos de tierra mojada. Te levantaré con mis brazos y te llevaré a mi morada, para que me cuentes qué te ha pasado en esta noche de luna blanca. Tendrás que despertar de tu sueño mojado para explicar tu desesperación, o la cólera cobarde de algún desesperado. Ahora tienes que descansar de la luna y su reflejo, de tu cara hundida reflejándose en el agua, para que me cuentes tu vida y tus noches a escondidas, temerosa de esa profunda violencia que has provocado. Déjame secarte las piernas, déjame acomodarte los cabellos que se pegan a tus ojos y me esconden la mirada de agua estancada y triste. Yo no estaré cuando despiertes, pero mis preguntas quedarán selladas en estas paredes como presencia, como murmullo de flores quemadas y cenizas. Yo no estaré cuando despiertes, pero regresarás algún día para saber quién te ha rescatado de la luna y del reflejo de tu cara hundiéndose en el agua. Y cuando vuelvas, tampoco estaré, porque la bestia de mi cara olerá tus pasos y escuchará los latidos de tu respiración, acercándose, amenazando el secreto de mi cuerpo, mi corazón domado.
Pero te estaré observando, privilegiando tu cara sobre los árboles y ciervos, y esperaré indefinidamente por tus respuestas, cuando decidas susurrarle o gritarle al viento la tristeza de esta noche en el agua. Esta noche, este secreto, esta guarida, no lo compartas cuando despiertes y reanudes tu camino. Te he salvado del agua y la luna, sálvame con el silencio.
Cuando despiertes yo ya me habré ido; esperándote.

1 comentario:

. dijo...

uy uy uy. ¿Qué decir?
Me lo prest{as para subirlo al fotolog (con tu firma) y que un trabajo mío lo acompañe?

FD